Jóvenes que quieren ser escuchados: así se mueve hoy la participación juvenil en Cartagena
En Cartagena, una ciudad marcada por contrastes sociales y económicos, la participación juvenil ha ido tomando fuerza, aunque no de manera uniforme. Así lo percibe Darwin Barbosa Morales, un joven de 25 años que actualmente es consejero de juventud de la Localidad 2. Desde su experiencia en territorio, asegura que la ciudad vive un momento interesante: hay jóvenes que se movilizan, que lideran procesos comunitarios, culturales y ambientales, y que utilizan las redes sociales como herramientas para denunciar, proponer y visibilizar las realidades de sus barrios. Sin embargo, ese empuje no siempre logra traducirse en participación dentro de los espacios formales de decisión. Según él, aún existen barreras institucionales que limitan su incidencia real, desde la falta de recursos hasta la poca apertura de algunos escenarios públicos.
Darwin explica que esta distancia con la política tradicional tiene causas profundas. Muchos jóvenes, afirma, sienten que ese tipo de política no los representa, no responde a sus necesidades y, en ocasiones, reproduce prácticas que generan desconfianza. La percepción de corrupción, la falta de figuras que inspiren credibilidad, la saturación de noticias negativas y la sensación de que la juventud es usada solo como requisito decorativo contribuyen a esa desconexión. A esto se suma un factor que para él es clave: la presión económica. Con miles de jóvenes intentando resolver cómo pagar sus estudios, conseguir empleo o apoyar a sus familias, la participación política suele quedar relegada a un segundo plano.
Aun así, Darwin ha visto un cambio significativo en los últimos años. Asegura que los jóvenes ya no quieren limitarse a opinar: quieren incidir, quieren ser parte activa de las soluciones. Lo ha visto en movimientos ambientales, en iniciativas culturales que nacen en los barrios, en campañas digitales que movilizan a miles, e incluso en emprendimientos sociales que buscan transformar el entorno desde lo económico y lo comunitario. Para él, la participación juvenil hoy es más horizontal, creativa y basada en causas, más que en partidos o estructuras rígidas. Ese giro, afirma, demuestra que la juventud no está ausente; simplemente está encontrando nuevas formas de involucrarse.
Pero para que esa energía se convierta en incidencia real, Darwin considera que Cartagena aún tiene varios retos por enfrentar. El primero es garantizar que la voz de los jóvenes sea escuchada de manera vinculante y no solo consultiva. También insiste en la importancia de fortalecer la formación política y ciudadana desde edades tempranas, para que las nuevas generaciones entiendan su papel en la democracia. Otro punto crítico es cerrar las brechas socioeconómicas: sin educación, salud mental y oportunidades laborales, la participación se vuelve un privilegio de pocos. A esto se suma la necesidad de aprovechar la tecnología para facilitar procesos democráticos más accesibles y transparentes. Finalmente, destaca la urgencia de reconstruir la confianza entre los jóvenes y las instituciones, un paso fundamental para que más se animen a participar.
Para Darwin Barbosa Morales, la juventud cartagenera está lista para aportar. Lo que hace falta, dice, es que la ciudad abra espacios reales, reconozca su potencial y les permita ser parte de las decisiones que afectan su presente y su futuro. Porque, como él mismo señala, cuando a los jóvenes se les toma en serio, el cambio deja de ser una promesa y se convierte en una realidad palpable.
